Recientemente, la publicación The New York Review of Books, ha editado una interesante reflexión
sobre la imparable creación de rótulos y categorías diagnósticas en salud
mental y ha alertado sobre el creciente consumo de psicofármacos a escala
mundial. Marcia Angell, autora del artículo La
epidemia de la enfermedad mental ¿por qué?, pode en duda la validez de las
teorías que reducen la explicación de los trastornos psicológicos a un
desequilibrio bioquímico y pone el énfasis sobre los intereses de la industria
farmacológica en mantener este modelo y ampliar las categorías diagnósticas de
enfermedad mental.
En su artículo, la autora resalta como, desde la aparición
de los primeros fármacos antidepresivos en el mercado, el número de casos de
depresión se triplicó en tan solo 10 años. Actualmente, se calcula que uno de
cada 10 estadounidenses mayores de 6 años toma antidepresivos.
Si realmente los trastornos mentales viene determinados biológicamete
y no se relacionan con las influencias ambientales ¿por qué un aumento en el
consumo de psicofármacos no ha disminuido la prevalencia de los trastornos
mentales?
Algunos investigadores como Irving Kirsch, Rober Whitaker o Daniel Carlat alertan acerca
del preocupante hecho de que las compañías farmacéuticas sean quienes
determinen qué es lo que se considera como enfermedad metal y cómo debe ser
diagnosticada y tratada y advierten de la puesta en marcha de medidas abusivas
de venta de psicofármacos.
Estos autores, además, ponen en duda la idea de que la
enfermedad mental esté causada por un desequilibrio en la química cerebral y
afirman que, después de décadas de investigación, los datos que apoyan esta
teoría del desequilibrio químico como causa de las enfermedades mentales, no se
sostiene.
Ésta no es la primera vez que se pone en duda el modelo farmacológico
dominante ni que se advierte
sobre el peligro de que la industria farmacéutica haya comenzado a adquirir
demasiado poder e influencia en la forma de determinar qué es lo que puede
considerarse enfermedad mental y cómo tratarla. En esta línea, el Premio Nobel
de Química de 2009, Thomas Steitz, denunció a los medios de comunicación
que los laboratorios farmacéuticos "prefieren centrar el negocio en
medicamentos que sea necesario tomar durante toda la vida". Este
prestigioso investigador advirtió, en una rueda de prensa celebrada en nuestro
país el pasado mes de agosto de 2011, que las compañías farmacéuticas (que son
las que subvencionan gran parte de las investigaciones) eran las primeras
interesadas en cronificar la enfermedad.
Durante los dos últimos
años, las voces de científicos, investigadores, médicos e incluso cineastas
sobre este fenómeno han ido sumándose. Junto a las obras de los autores
mencionados y las declaraciones del Premio Nobel de Química 2009, cabe destacar
también el documental Orgasm Inc., de la reconocida directora
estadounidense Liz Canner, estrenado en 2011, donde se exploran los
intereses de la industria farmacéutica para la creación de un nuevo trastorno:
la disfunción sexual femenina. Liz Canner realizó un seguimiento e
investigación de los pasos de diferentes compañías famacéuticas en su camino
por lograr ser las primeras en lanzar al mercado un producto que prometía
solucionar el problema de la disfunción sexual en las mujeres, y que fuese
aprobado por la agencia encargada de la regulación de medicamentos en EE.UU. (U.S.
Food and Drug Administration, FDA). La creadora de este documental recogió
interesantes testimonios de representantes de las compañías farmacéuticas,
mujeres sometidas a estas pruebas, médicos, ginecólogos y psicólogos, aportando
una amplia y esclarecedora visión del tema.
Fuente: Infocop
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