El duelo es el proceso
psicológico por el que una persona consigue aceptar la pérdida de un ser
querido y continuar adelante con su vida. Cuando una relación sentimental
termina, también necesitamos pasar por un proceso de
duelo. El proceso de duelo implica dos partes: digerir emocionalmente la
pérdida y retomar el contacto con nuestra vida en el presente.
En algunas
ocasiones, este proceso de digestión puede llegar “bloquearse” por distintos motivos: la ruptura
llega de forma inesperada, aparecen sentimientos de culpa en relación a la
pareja o a la relación, la vida en pareja nos “absorbía” tanto que resulta difícil
recuperar un estilo de vida satisfactorio, etc...
En muchos casos, es cierto el
dicho de que “el tiempo todo lo cura”. Sin embargo, en otros casos la persona
se queda estancada en sentimientos como la rabia, el rencor o la autocompasión
, que la mantienen en un estado de lucha constante contra la realidad y contra sus
propios sentimientos, con lo que, al no aceptar su nueva situación, se hace
imposible adaptarse a ella para lograr
de nuevo un equilibrio.
Para asimilar la pérdida, es
necesario darse permiso para sentir las emociones que la ruptura de pareja provoca en nosotros y
expresar nuestros sentimientos más profundos. Pero reconocer nuestros
sentimientos, no resulta suficiente: es necesario asimilarlos y “digerirlos”. Algunas
personas, tratando de superar la ruptura cuanto antes, tratan de “bloquear” sus
sentimientos, ya sea buscando compulsivamente otra pareja, castigándose a sí mismos mediante la culpa o la autocrítica, tratando de cargarse de actividades o de trabajo con la única intención de
distraerse y no pensar. Esta forma de afrontamiento de nuestras emociones tras una
ruptura sentimental, puede resultar útil a corto plazo, pero si abusamos de
ella, en un intento de no sentir o no pensar, a la larga puede resultar
contraproducente, puesto que impide asimilemos la pérdida. Esta situación se parece bastante a la de una
persona que trata de mantener un balón debajo del agua. Para mantener la pelota
sumergida, tenemos que sujetarla y empujar hacia abajo con fuerza, puesto que,
al estar llena de aire, tiende a flotar sobre el agua. Podemos mantener
nuestras manos en la pelota y seguir empujándola
durante un largo tiempo, pero, a la larga, nos cansaremos de hacer fuerza,
soltaremos la pelota y ésta saldrá de nuevo a la superficie.
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